domingo, 26 de noviembre de 2006

 

Violencia de género




He visto la muerte en los ojos de una mujer. Tres puerros, un calabacín y unas cebollas. Nada más. Seguramente la situación no era nueva, llevaba sufriéndolo en silencio más tiempo del que yo llevaba allí. Pero me tocó a mí. Me tuvo que tocar a mí.

Llegué a la parada del mercado y me dispuse dubitativo en un lateral, como para no molestar a esas profesionales de la compra que saben qué coger, dónde colocarse o a qué hora llegar. Esas caciques que controlan lo que se cocina en nuestras cocinas, con su jerga técnica del sector.

Quizás fuera mi mal disimulada inexperiencia, o mi intrusismo en un sector reservado a ellas, el detonante de la explosión del ballenato, roja como un pimiento y fuerte como un membrillo. El hecho es que recibí la ira (quizás algún que otro mal de ojo luego) de la licenciada en ciencias marujas, así que tras entender qué estaba pasando, tuve que ceder el turno a aquella mujer que iba a tener un ataque cardíaco si no la atendían a ella antes.

La verdad es que ni le había hecho caso la dependienta, ni yo tenía ganas de atender un paro fuera del trabajo. Qué palo.

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Tres puerros, un calabacín y unas cebollas además de patata, zanahoria, caldo de ave y nata fueron los ingredientes de la posterior crema.

Bonita noche, chicas.


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Comentarios:
Valio la pena casi la muerte de una maruja para deleitarnos con tu exquisita crema, con su delicioso sabor... Esperemos que ya descanse tranquila al lado de sus fogones y busque una nueva victima en el mercado del sábado. Que decir de los platos de esa noche, que me onorgullece tener unos amigos que valoran la buena cocina y que demuestran sus dotes deleitandonos por ejemplo con una exquisita Musaka, un queso al fuego, una crema divina, y unas torradas de vicio.
Gracias a todos ellos por compartir conmigo la velada.

Carolaindivain
 
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